No hace falta presentación. Hay pocos (muy pocos) mayores manjares que poder disfrutar en torno a una mesa y en buena compañía. Muy pocos. Tan pocos, que no se me ocurre ninguno capaz de eclipsar a estos "bichos".
La mejor época para hacerlo es el principio del otoño, cuando sobre todo están llenos de coral, la carne está mas tersa y tienen un peso mayor. Ya sabéis, a por ellos.
Y por supuesto...por favor, bogavante del Cantábrico, es muy fácil diferenciarlos ya son de un precioso color azul brillante, el cual nos ayudará a que no haya dudas a la hora de la elección.
El tamaño perfecto, en mi opinión, es de piezas de un kilo por persona. Aunque esto dependerá también del resto de platos que dispongamos en la mesa.
La preparación es muy sencilla, pero conviene prestar atención a los pequeños detalles para que el resultado final sea completamente satisfactorio.
Comenzaremos adquiriendo los bichos, mejor en el mismo día, o en su defecto el día anterior, los cuales podemos mantener en el frigo sobre una bandeja con hielos. Esto los mantendrá atontados, lo cual es también importante a la hora de la ejecución, ya que no opondrán niguna resistencia apreciable.
Llegado el momento del cocinado, tendremos la plancha caliente, y verteremos un chorrito de aove.
Disponemos el bicho sobre una tabla grande, con ranuras perimetrales para recoger los líquidos. Todo el líquido transparente que saldrá, es sangre, los crustáceos tienen la sangre transparente. Pues bien, este líquido lo recogeremos y lo reservamos en un cuenco.
Apoyamos el bicho en la tabla, y utilizando un cuchillo grande y afilado, se lo clavamos en la cabeza, justo entre los ojos, y de ahí seguimos hacia la parte posterior hasta llegar a la cola y dividir el bicho en dos y recogemos toda la sangre, como comenté anteriormente.
Las pinzas las podemos golpear un poco con un martillo, para agrietarlas y hacer que se cocinen al mismo tiempo que el resto. Salamos la carne al gusto.
Colocamos las mitades del bogavante con la carne hacia abajo, y dejamos que se vaya haciendo y sellando todo el interior hasta que observemos un cambio de color en la cáscara a tonos rojizos. Le damos la vuelta y seguimos cocinándolo por la parte de la cáscara hasta que veamos que la carne se separa del caparazón. Entonces estará en su punto.
Aquí ha llegado el momento de utilizar la sangre reservada en el cuenco. Con un pincel de cocina, la extendemos por la carne a modo de barniz, le dará brillo y un plus de sabor que ayudará a hacerlo aún más apetecible.
Semejante delicia es perfecta tal cual, pero sobre todo si se trata de plato único, le viene muy bien un acompañamiento de unas patatinas cocidas y un poco de mayonesa y pimienta negra. Al gusto del consumidor.
Y por supuesto, bien acompañado de unas botellas de albariño. Que no falte.
lunes, 16 de octubre de 2017
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Simple, natural y rico! que más se puede decir!
ResponderEliminarSaludos JL
http://siempreseraprimavera.blogspot.com.ar/2017/10/otro-uso-de-la-cerveza.html
No lo he preparado nunca y seguro que a la plancha está espectacular. Un besazo.
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